Hasta hace bien poco, el desconocimiento de una gran parte del funcionamiento del mundo se suplió con una creencia que hacía a la divinidad omnipresente en todas las cosas que ocurrían en la naturaleza. Claramente la presencia de la divinidad en el funcionamiento de las cosas del mundo sigue siendo una vía legitima y defendible. Sin embargo, en este contexto, se presuponía que Dios estaba presente en cada momento, en todas las cosas y que cualquier suceso o desastre natural tenía un significado que respondía al comportamiento de las poblaciones implicadas. Por ejemplo, Jaime Bleda afirmaba en su Crónica de los moros de España, que la expulsión de los moriscos era una empresa necesaria para que Dios no lanzara castigos terribles sobre la costa peninsular. El siglo XVII fue la centuria de los desastres naturales, así como de las epidemias y hambrunas, por lo que las procesiones, penitencias y ajuares ofrecidos a la divinidad se multiplicaron. Este tipo de conductas sociales y religiosas se trasladaron también a las Indias. En este caso, se hacen rogativas para superar un periodo de sequía, obteniendo de forma milagrosa respuesta a las súplicas.
Colección: Textos
Cronología: XVIII
Ámbito: Educación Secundaria, Bachillerato, Universidad
Enlace: https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/70673/1/Revista-de-Historia-Moderna_35.pdf
Tipo de recurso: Fuente histórica
Fuente: (ACI) del Archivo Históricode la Ciudad de México (AHCM)
Idioma: castellano
Fecha: 15/11/1790
Propietario: Djebril Bouzidi (Modernalia)
Identifier: (ACI) del Archivo Históricode la Ciudad de México (AHCM)
Resumen: Fragmento que muestra las advocaciones a la divinidad en 1790 con el objeto de que lloviese en Guanjuato (México)
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