En cualquier período revolucionario es posible establecer una interrelación entre los cambios culturales -o más bien, de la política cultural- y los fenómenos del cambio político. La materialización de dicho principio es aún más evidente en el período que media entre los años 1868-1874, tanto más, cuanto que es precisamente uno de los rasgos específicos del progresismo liberal de la burguesía del siglo XIx, el deseo, enunciado como principio ideológico, de liberalizar el mundo de la cultura y ponerlo al servicio de una mayor participación social.