En los últimos años se ha desarrollado un amplio debate historiográfico sobre la participación femenina en los mercados profesionales de ámbito rural sobre la brecha salarial entre hombres y mujeres antes de 1800. A su vez, tampoco se ha llegado a un consenso sobre el salario en el ingreso de las familias campesinas. Sin embargo, los estudios sobre los salarios han demostrado que la remuneración de las mujeres era netamente inferior a la de los hombres para una misma labor. Esta brecha persistió durante toda la Baja Edad Media y Moderna, pese a su reducción moderada durante las etapas de intensa demanda laboral. El predio S’Estorell se situaba en la parroquia de Binissalem, al pie de la sierra de Tramontana, siendo el predio más extenso del término y uno de los diez más rentables de la isla con una valoración de 52.000 libras según el catastro de 1685. Su extensión era de 520 hectáreas ocupando el valle de Almandrá hasta las primeras cimas de la sierra en las villas de Alaró y Selva. A mediados del siglo XVII, en los predios de la hacienda Safortesa, los salarios se pagaban en metálico, en dinero corriente o en especies cuando tenían un carácter mixto. Algunos años el salario monetario se pagó en especies, en trigo a petición de la mano de obra. Los pagos por las labores extras se consignaban al margen del salario pactado. Por otra parte, las tareas de injertar y podar eran consideradas las más cualificadas, pues ambas se pagaban con un salario mixto compuesto por una remuneración en moneda y un complemento en especies llamado companatge (condumio), consistente en una cazuela con legumbres y hortalizas, acompañada de pescado salado o queso, vino, aceite y pan. El maestro era remunerado con 6–8 sueldo diarios en función del tipo de árbol; sus ayudantes recibían 4 sueldos al día. El gasto en companatge suponía, en los años señalados, un 1.5 sueldos/día. En los años centrales del siglo XVII la poda no tenía la relevancia que adquirió en periodos posteriores, cuando los olivos eran maduros y su rendimiento dependía de una poda más enérgica. El salario en este caso era un 51% inferior al de injertar y entre un 29–39% mayor que las labores de cavar los pies. Sin embargo, el abanico de salarios femeninos era más reducido: las temporeras recibían un salario mensual mixto, una parte en moneda y otra en aceite, además de otros complementes como alojamiento, leña, agua y el transporte de ida y vuelta de su residencia al pedio. El salario de recoger aceitunas era un 20% superior al de quedarse a entrecavar en los pedios. En definitiva, la brecha salarial para labores semejantes (entrecavar los cereales) en la sierra y llano seguía siendo muy elevado, pues el salario femenino representaba menos del 40% del masculino, cifras muy similares a las de mediados del siglo XVI.
Colección: Estadísticas
Proyecto: 3. Mundo rural y mundo urbano en la formación de la identidad europea., 4. Familia, vida cotidiana y desigualdad social en Europa.
Cronología: XVII
Ámbito: Educación Secundaria, Bachillerato, Universidad
Enlace: https://www.historiaagraria.com/FILE/articulos/RHA80_jover_pujadas.pdf
Tipo de recurso: Estadística
Formato: Tabla
Fuente: Jover–Avellà, Gabriel y Pujadas–Mora, Joana María, «Mercado de trabajo, género y especialización oleícola: Mallorca a mediados del siglo XVII», Historia Agraria, 80 (2020), pp. 37–69.
Idioma: Castellano
Fecha: 2020
Propietario: Álvaro Romero González (Modernalia)
Copyright: © Gabriel Jover-Avellá, ©Joanna María Pujadas-Mora © Revista de Historia Agraria
Resumen: Brecha salarial en una comarca mallorquina durante el siglo XVII
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