Yacimiento clave de la orilla norte del Estrecho de Gibraltar, la Silla del Papa estuvo ocupada durante todo el primer milenio antes de nuestra era. En relación constante con las poblaciones de la costa africana, este enclave fortificado recibió sucesivamente la influencia de fenicios, cartagineses y romanos. Desarrolló una forma de urbanismo en altura particularmente original. Sus habitantes la abandonaron al inicio del reinado de Augusto para construir una nueva ciudad, más acorde con los cánones del urbanismo romano y al borde de la costa atlántica (Baelo Claudia).
El yacimiento ya llevó probablemente el nombre que conservaría el municipio altoimperial: «Bailo», a tenor de la leyenda bilingüe (púnica y latina) de sus monedas. Hoy se encuentra a 4 km de la costa, en el punto más elevado de una pequeña cordillera, la Sierra de la Plata (457 m), que cierra al oeste la bahía de Bolonia. El lugar presenta tres ventajas que no podían sino atraer a las poblaciones que frecuentaban el estrecho: formidables defensas naturales formadas por afloramientos rocosos casi verticales, abundancia de agua en una fuente situada a los pies de estos afloramientos rocosos, y por último, una posición dominante que ofrece extensas vistas en todas direcciones: Tanger al sur, el Djebel Moussa y Ceuta al este, y el cabo de Trafalgar y la bahía de Cádiz al oeste. Como se verá en esta ponencia, este oppidum albergó una comunidad mixta, con componentes indígenas y semitas primero, y posiblemente itálicos después. Fruto de un proyecto de investigación internacional e interuniversitario, de la Silla del Papa se ha intervenido en los últimos años varios sectores del hábitat, dos necrópolis y una iglesia visigoda.