En el campo de la pintura puede encuadrarse el Helenismo entre dos acontecimientos bien determinados: el comienzo se hallaría en el cambio generacional que, en las ú1timas dos décadas del siglo IV a.C., marcó el paso entre la carrera de Apeles y la de sus discípulos y competidores más jóvenes, Antífilo en particular; y el final coincidiría con la organización del estilo augusteo y su manifestación más vistosa: el establecimiento del 111 estilo pompeyano en la década 30-20 a.C.